Las obras del Colón, a pesar de estar aún incompletas, son –por lo que pudimos ver– maravillosas. Han trabajado en este enorme emprendimiento grupos respetuosos y capacitados, y cientos de devotos artesanos.
Nuestro ícono de belleza y calidad recobra día a día el fulgor que lo convirtiera en una de las salas más importantes del mundo, el motivo de orgullo de los argentinos y uno de los puntos de referencia mundiales en cuanto a categoría edilicia y musical.
No se ha dejado librado al azar ninguno de los puntos esenciales de su resurrección, y cada uno de ellos ha sido motivo de riguroso estudio y amorosa dedicación.
Tuvimos la inmensa fortuna de ver el incomparable –y tan ajetreado– telón –llamado original a pesar de que no lo es– en su augusto lugar. No quedará permanentemente allí: su presencia se debió sólo a que –y nada menos que a que– se estaban realizando mediciones acústicas para determinar si su rigurosísima limpieza había modificado de alguna manera el índice acústico, alma del teatro y motivo central de su fama.
Nada había cambiado: seguimos teniendo el paradigmático dígito de 1,8 segundos de permanencia en el aire.
Ésta fué sólo una de las innumerables mediciones que se hicieron en el trascurso de estos años. Cuando el Colón fue tan laboriosamente construido, durante veinte años, los arquitectosTamburini y Meano, responsables de la obra, hicieron –una vez que se consiguió la milagrosa acústica– mediciones sistemáticas cada vez que se realizaba una modificación en la sala. La midierion con y sin alfombras, con las butacas tapizadas con una, dos o tres capas de diversas telas, con los cortinados de los palcos colgados, corridos o retirados, con una o dos filas de butacas menos, entre otras modificaciones. Se hicieron numerosos cambios hasta asegurarse de que nada quedaba que pudiera modificar este 1.8 que numerosas salas del mundo no pudieron conseguir. Sólo pueden competir con este ideal –pero sin igualarlo– la Scala de Milán, la Ópera de Viena y el palacio de los festivales wagnerianos de Bayreuth.
Parecida obsesión guió a los actuales artífices: las rejas que adornaban el espacio de las plateas fueron retiradas experimentalmente y se habrán reído desde su breve exilio del esfuerzo: la acústica se modificó, y volvieron triunfales a su lugar de privilegio. En otros tiempos, obras de restauración obligaron a rellenar temporariamente la cúpula con telgopor y el sonido dejó de correr.
CELOSA AMANTE, LA ACÚSTICA. Ante una pregunta de porqué las dos butacas de punta de la última fila no tenían su elegante bronce marcando su número, nos enteramos que el Colón tiene pensado hacer un espacio para sillas de ruedas, y se consideró que éste era un buen lugar, siempre que no modificara la acústica. Se está midiendo si será aquí o habrá que buscar otro lugar.
Fuera de la ausencia de estos pequeños bronces, la sala está, entonces, exactamente igual a la que tanto amamos.
Incluso las elegantes cortinas de los palcos han sido meticulosamente reparadas. Es increíble constatar que parte de su decrepitud fue causada por brasas de cigarrillos.
Las localidades altas han sufrido la amputación de cuarenta y dos asientos a causa de la otra gran obsesión que quita el sueño a los arquitectos: la seguridad.
Las exigencias de 1908 no son las de hoy. Ningún artista actuará en una sala con peligro de incendio, y en ese sentido, muchas de las precauciones originales fueron desapareciendo. Pero la presente restauración ha vuelto a instalar la enorme pileta que se volcará sobre los despavoridos espectadores, hay sprinklers por doquier, prontos a regarnos ante cualquier indicio de fuego, el telón de seguridad, largamente inútil, ha recobrado su velocidad, las salidas de emergencia -a los costados de los baños- han sido puestas nuevamente a punto. No ha sido descuidado detalle alguno: el Colón es ignífugo.
Por supuesto quedan aún numerosos interrogantes por dilucidar, pero esta visita ha sido inmensamente tranquilizadora.
Y también por supuesto, Crítica de la Argentina ofrece su espacio a tantas voces en disidencia con las obras de restauración.
La gran respuesta a tantas preguntas será dada el 24 de mayo.
Fuente: criticadigital.com.ar
